sábado, 16 de enero de 2010

CUALQUIER PARECIDO CON LA FICCIÓN ES CASUAL

Los hechos que procedo a relatar son absolutamente reales.

INFORME DE LOS HECHOS

Anoche, noche de autos, llegué a mi humilde morada (ni es mía ni es morada) del cine hacia la 1 de la madrugada.

A pesar de ser ave diurna, y de que la semana laboral había sido más bien... dura, decidí relajarme un rato. Así tumbado sobre mi cama, libró en mano, retrasé el abrazo de morfeo.

Cuando comenzaba a leer la flamante y nueva biografía del recientemente fallecido Paul Naschy (La Máscara de Jacinto Molina), y como si de uno de sus films se tratara, comencé a escuchar lo que parecían pasos sobre el techo de mi habitación.

Conviene aclarar en este punto que vivo en un último piso, que el suelo de la azotea se compone de millones de pequeñas piedrecitas y que caminar sobre ellas (ahora lo sé) produce un sonido de lo más tétrico.

Al informar de mi descubrimiento a los cohabitantes del domicilio, fui casi tomado a chufla, indicándome que habrían bajado alguna persiana.

Tras semejante chasco retorné a mis aposentos, donde escuchaba los pasos alejarse.

Intentando apartar de mi mente los (anormales) hechos, retomé la lectura de la infancia de don Jacinto.

Minutos después, en parte debido a mi inquietud, decidí ir a la cocina a templar los nervios con un lingotazo (de rico zumo multifrutas). Mientras deleitaba el paladar, me asomé a la ventana del patio interior para encontrar con horror 3 negras siluetas. Estaban en la azotea, al otro lado del patio, y observaban en mi direccción.

A tal distancia, tengan en cuenta factores como oscuridad y miopía, habría jurado que se trataba de 3 ninjas.

Como en las mejores películas de misterio, reporté mi nueva visión en el salón y para cuando fueron a comprobar... allí no había nadie (sic).

Ya resignado, y no sin comprobar cierres de puertas y ventanas, retomé ni lectura, de la que fui de nuevo arrancado poco minutos después, por unos gritos (chan chaaaaaaaaaaaaan).

Provenían del patio, donde gran parte de la comunidad debatía a voz en grito con miembros de las fuerzas del orden que se hallaban exactamente donde los ninjas se me habían aparecido.

Algún vecino debió requerir su presencia, tras ver las sombras.

Quizá fueran esos policías a quienes vi, quizá fueran ninjas enviados en alguna oscura misión.

El caso es que tan glamouroso (sí, es correcto escribirlo así) relato finaliza cuando me veo devuelto violentamente a la realidad.

Cuando uno de los agentes pide que... "¡los de los últimos pisos, que salgan a su terraza y vean que no haya nadie y todo esté bien!"(???????????????????).

No, definitivamente nada de ninjas.

Aquí el agente, en lugar de ser experto en Kung Fu, te invita a que compruebes tu terraza por si hay malos (que si los hay... ya echaremos cuentas).

En lugar de ninjas, y en el peor de los casos, habrá un émulo del torete cuya filosofía oriental no irá más allá de la carta del restaurante "Flor de Loto".

Sr . Naschy, por favor, cuide de nosotros desde arriba.

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