sábado, 13 de febrero de 2010

LELO, LELO

Escucho a 2 superventas (siéntanse libres de sustituir ventas por villanos) melódicos que han unido fuerzas para (dominar el mundo) grabar un single en comandita.

En él nos hablan de cómo juntos podemos cambiar el mundo, unir emociones, cruzar fronteras.... y no puedo evitar sonrojarme.


No es que alguna vez me haya ineteresado este tipo de "hits" radio friendly y nunca me pinté la cara de color esperanza, como insistían desde un reality musical de forma vehemente.


No creo, y dudo sobre si alguna vez lo hice, que una canción pueda cambiar el mundo. Lo que, sin duda, puede hacer una canción es cambiar a la persona, a una persona (y eso, a una edad, ya es mucho). De forma individual, e incluso puntual, y eso SÍ repercute en el mundo, en las relaciones, en la disposición y actitud diaria.

De forma individual, si una canción te toca realmente, llega a tu interior, tanto que te parece que el autor la escribió tras meses de espionaje a tu persona, seguramente te haga sentirte..... más vivo, menos anestesiado al menos.

De forma puntual, viajemos (con billete de vuelta, por favor) a una fría y gris mañana de un lunes invernal, recien levantado y con los brazos ya caídos ante ese combate a 5 (o más) asaltos, que es la semana laboral. Si en ese terrible momento uno pone la radio y suena una canción espirituosa y vigorizante, de esas que hace mucho que no escuchaba, sin duda contribuirá a que se toque menos el claxon en el atasco, a que el "hijo de..." se quede en un simple "tarado" (reivindicable término),...


Por eso adoro a Dylan, al Dylan actual. A mi Dylan, y digo mi Dylan no con sentimiento de propiedad, sino siendo consciente de que cada uno tiene una percepción diferente del dandy de Minnesota.


No le reivindico ahora por su cancionero (capaz de cambiar a uno trillones de veces) sino por esa determinación.


EL Dylan que yo veo es un tipo que, harto de las contracturas y problemas cervicales que provoca que te pongan el firmamento y la esfera de Tierra en las espaldas y en los hombros el pilar que los separa, regala el título de atlas y la carga.... para el que la quiera. ¿Cómo se hace? Mingitando una y otra vez sobre las expectativas con las que los terrícolas te han cargado. Huyendo del personaje, cambiando de religión, anunciando ropa interior y coches, vendiendo juegos de armónicas de edición limitada a precios astronómicos, siendo absolutamente inaccesible...


Ojo, no creo (insisto en el creo) que sea un mal tipo, supongo que quiere vivir de manera normal, lo más normal posible al menos, y a cualquier precio. Sin deberse a su público ni a nadie. Para que nos entendamos valga un ejemplo, quizá torpe y básico, pero válido. Cuando tengo sed, abro un refresco de té, acerco mi boca al envase y bebo. Dylan, al menos durante una época, en cada paso de esa operación debía escuchar "oh, tiene sed", "mira, ha cogido una botella", "oh, dios mío ¡callad, va a beber!", "es un genio ¡mirad cómo bebe!", "¿qué querrá decir al beber cuando tiene sed? ¿qué significado tendrá?".


Diganme quién en su sano juicio podría vivir así sin coger un arma, odiar a la humanidad o.... simplemente intentar recobrar la cordura, incluso a base de aislamiento selectivo.


Retomando la canción perpetrada por los super.... lo que sea, en una de sus primeras líneas ya avisan "Ese sueño realizar…. Lelo lelo".


Adoro este mundo, y doy gracias por no conocer su peso.


Dylan post-problemas cervicales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario