lunes, 22 de febrero de 2010

UN ÚLTIMO ASALTO.

Reviso "The Set Up" (1949, Robert Wise) y me sigue maravillando esa historia de romanticismo pugilístico.

Me fascina el modo en que es retratada la épica del perdedor que, con 35 años, es demasiado viejo para las, entonces, 12 cuerdas. El luchador que siempre se queda a un solo golpe de la victoria y que le dice que a su chica que esta es su noche, aunque dos horas despúes de la última velada aún no la reconocía.

"Así son las cosas. Si uno es boxeador tiene que pelear", asevera Stoker ante su pareja que, harta de sangre (de él) y sufrimiento (de ella), no quiere verle pelear más. Ni esa noche ni nunca.

Curiosamente, a pesar de ser una película desde (y no sobre) el mundo del boxeo, el combate estelar se libra en el interior de los púgiles. Hay pocas imágenes sobre la lona y muchas de vestuario y aledaños, donde una inocente conversación puede explotar en el mentón del alma del fajador, mandando su espíritu a la lona y dando el cinturón de los pesados al pánico. Y todo ello justo en el momento de abandonar el vestuario, camino del ring.

Toda la suciedad, miseria y crudeza se ve perfectamente reflejada, sin necesidad de mostrar la sangre en la orina del luchador. La gloria, sin embargo, sólo asoma su dorado rostro en las sonadas esperanzas de los habitantes del cuadrilátero.

La película se conoce en nuestro país como "NADIE PUEDE VENCERME", todo un acierto. Nadie puede vencer al tipo que vive tumbado en la lona, con la enfermería como dormitorio y el "¡K.O!" como despertador, si todavía piensa que el título está a la vuelta de la esquina.

Sospecho que, del mundo del box, lo que más me interesa es el imaginario en blanco y negro con managers comprados, contendientes al límite, uppercuts, perdedores sonados, ganadores arruinados, tongo, Hoboken o Las Vegas, linimento y glamour, apodos como "Tiger Nelson" o "Gunboat", humo, periodistas "untados", ídolos de barro, acuerdos de quinto asalto, narices rotas, golpes bajos, golfillos, gacetas de combates, señoritas al borde del colapso, escupideras rebosantes, sibaritas con la boca llena de puros e insultos, patanes de sombrero de paja y perrito caliente, trajes caros, mujeres aún más caras....

No creo que disfrutase asistiendo a una velada real en la actualidad (al menos en nuestra piel de toro), ni por público ni por espectáculo. Sin la magia del cine mediando, no estoy seguro de gozar con un intercambio de pareceres en el idioma de los guantes e intuyo que evitaría, desde los aledaños del ring, cruzar la mirada con un púgil de extrarradio, con hinchazón a la funerala por ojo izquierdo y rojo chafariz sobre la ceja derecha.

Hubo una época en que en nuestro país (en Madrid al menos) se compensaba la falta de glamour que, sospecho, existe hoy, con el ingenio cheli y castizo. Así, apelando a la memoria en forma de celuloide, en "El Crack" (Jose Luis Garci, 1981) encontramos a Areta (Landa) en una velada de boxeo en el Frontón de Madrid , donde un público entregado grita gemas como "¡no le des en la cabeza, que está estudiando!".

Personalmente, y pesar de nos ser seguidor de ninguna disciplina deportiva, admito que la única ocasión en que me he sentido embriagado por el ambiente de un evento de esta índole, hipnotizado por los magos del ring, increpando como si mi vida dependiese de ello y divirtiéndome como nunca fue....en una matiné de lucha libre mejicana.

Sí amigos, dos diciembres atrás "El Hijo de El Santo" y "El Hijo de Blue Demon" venían a medir fuerzas con una selección de los más despiadados rudos de todo México. En la sesión matinal (yo no sé qué habría sido de mi persona en la vespertina) del domingo, donde los niños se aburrían tanto como sus papás, mi "cuate" y yo eramos poseídos por el espíritu de la Arena México. Gritando,perdiendo la voz y la compostura, cambiando de chaqueta sin rubor alguno, ora ánimando a los técnicos ("¡Mátalo Santo!", "¡Saaaaaanto, Saaaaanto!"), ora a los rudos ("¡Muerte a El Santo!", ¡Ruuuudos, ruuuudos!")....

Obviamente no comparo ambas disciplinas, son dos mundos aparte, aunque sí las considero igualmente arriesgadas, cada una en sus términos (revisen, si no, el documental "Tres Caídas").

De lo que estoy seguro es de que, al tratarse de seres humanos sobre el ring, podría haberse rodado un "Nadie Puede Vencerme" ambientado en la lucha libre. El Stoker de turno, cansado y solo, knockeado por la vida, se enfrentaría al combate de la velada sin el apoyo de la fémina que...
¡Un momento! ¿Les suena "The Wrestler"?


Stoker frente a la vida.

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