martes, 7 de septiembre de 2010

DON´T FORGET THE MINIBAR!

Y don´t forget the Minibar!

Con esa frase se despedia Esteban, sexagenario dueño del Minibar, minúsculo local, sito en la madrileña calle de Hortaleza, cada vez que te marchabas.

Local que compensaba su reducido tamaño con su terraza y que, como él mismo explicaba orgulloso, es pequeño, pero vale una pasta por la situación y porque tiene licencia para terraza. Vete hoy a pedir una. Ya no las dan.

Canario criado en USA, salvaje, como sólo las personas de su edad entienden que hay que ser, y decepcionado con la deshumanización del mundo, Esteban regentaba el Minibar sin dejar escapar detalle alguno. El sonido de bocina cuando estaba preparado el plato de alguna de las cinco mesas de la terraza, los cassettes de material fifties (y sixties) sonando, incluso programas de radio grabados, su eterna gorra, siempre un chicle en la boca, jarras heladas, hamburguesas y hot dogs con solera, efemérides musicales escritas (y borradas) puntualmente en el baño o pizarras con el menú y el lema del local cuidadosamente escrito.

De la decoración destacaba una foto de Elvis dando la mano a Esteban, e intercambiando alguna frase mediante bocadillos, que hoy en día se puede ver en el Dreams Café.

Si pasabas por Hortaleza era probable tener que parar a saludar a alguno de los clientes y, de vez en cuando, podías ver a algún personaje conocido (Bunbury, multitud de actores de tv...). Como me pasa en las mejores terrazas, simplemente con sentarme y observar a los transeúntes ya daba el precio de la consumición por bien empleado, añadan a esto la excelente banda sonora y el carisma del dueño.

Esteban vendió el local y se convirtió en una aséptica franquicia de perritos calientes, sin música (o con technopop) y sin carisma.

La última vez que, un amigo y servidor, hablamos con él pensaba en ir a New York, con sus nietos, y ver si allí todo funcionaba tan mal como aquí. También quería abrir otra especie de Minibar en un sitio más grande, dentro del cercano barrio de Malasaña, con nueva decoración y concursos.

Recuerdo la ocasión en que, como testigo involuntario, presencié cómo un cliente le espetaba que lo que se leía una de las pizarras (el único local fifties de la ciudad) no era cierto, pues habían abierto uno nuevo en otra zona. Enfadado, nuestro hombre argumentó que aquello no sería fifties de verdad, que sería de una cadena.

Por poco más de cinco euros adquirí en Escridiscos una copia del single de vinilo que lucía orgulloso como elemento decorativo. The Fumestones grabaron un EP llamado At the Minibar, de atómica contraportada (no así el contenido), mostrando fotos de Esteban en diferentes poses. Un collector´s item para la eternidad.

Como muchos de los criados a finales del siglo XX, en ocasiones no soy consciente de la información que, de forma casual, puede hallarse en internet pero, a raíz del anterior texto, y de la mención al MiniBar, decidí surfear (o tontear) en la web.

El resultado es, un grupo de fans en Facebook (gracias al cual, aun no siendo miembro de esta comunidad, me he enterado de que algunos le llamaban Bobby) y un documento impagable, que me deja tan fascinado como aquellos que vieron una foto por primera vez en la historia.

El tiempo detenido, la magia restaurada, el barman definitivo en acción.

Don´t forget the MINIBAR!



1 comentario:

  1. Hola!
    ¿ Se sabe algo de Esteban en la actualidad !?
    Yo también era 'Miniadicto' :-)

    ResponderEliminar